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Apuntes curiosos y naturales: FEBRERO

Apuntes curiosos y naturales: FEBRERO En este mes conviene tomar sopa de cebolla ya que es muy útil para la ciática, el dolor de rodillas y de columna, y aumenta la potencia sexual, asegura "Un Calendario Anónimo Andalusí". Ha comenzado la puesta de la platija en los fondos arenosos, lo mismo que los madrugadores mirlos, petirrojos y acentores . Descansan en Gallocanta las grullas . Florecen los tejos , los alisos y los sauces . La tierra brilla a causa del verdor. Con la luna llena se podan las cepas. Florece el brezo blanco . Salen las abubillas y las serpientes abren los ojos. Las garzas reales representan sus paradas nupciales envueltas en gritos amorosos. Se agitan entre la corriente próxima a las costas los huevos del lenguado . Se hinchan encelados los gorriones urbanos. En cuarto menguante se siembran los ajos . Se efectúan los primeros injertos de hendidura. Se plantan el naranjo y el limonero . Conviene suministrar a la tierra nitrato amónico. Canta tras el

de Jacinto Miquelarena

Jacinto Miquelarena (1891-1962) recogerá sus impresiones de los Países Bajos en El gusto de Holanda . Describe el país, la gente y sus costumbres con la ironía a flor de piel: “He dejado de beber cerveza porque me voy sintiendo rubio”, frase que parece adelantarse a Woody Allen (“de tanto escuchar a Wagner me dan ganas de invadir Polonia”).  En 'Nueva revista'. Alfonso Basallo

Crepúsculo

Recibían el nombre de prima fax las primeras horas de la noche , cuando, por haberse puesto ya el sol, empezaba a ser precisa la luz de las antorchas. Según SERVIO (ad Aen. III, 587) la noche se dividía en crepusculum , quod et Vesper; fax, quo limina incendunt; intempesta, i. e., media; concubium, quo nos quieti damus; gallicinium, quo galli cantant; conticinium; post cantum gallorum silentium; aurora vel crepusculum matutinum.

De José Jiménez Lozano

La segunda es la muchacha que les ayudaba en casa: la María. He personificado, al escribir, a muchachas y a un par de mujeres de mediana edad que estuvieron en casa ayudando a mi madre o llevando la casa cuando ella no podía, y solo una de ellas se llamaba María, pero las recuerdo muy bien, y lo que decían. Y lo bien que se portaron conmigo, y lo que me enseñaron, especialmente en cuanto a lenguaje. Por ejemplo, una de ellas que tuvo un día unas palabras con la vecina que era muy morena, oí que mientras yo leía de buena mañana en la cama, la concluyó llamando «blanca flor de chimenea» , y ahí quedó la cosa. Así que esta María tenía una imaginación gongorina, ciertamente. José Jiménez Lozano, en una entrevista en Jot Down